sábado, 22 de diciembre de 2012

Aquí y ahora, no necesariamente en el presente



"Trato de aprender lo que puedo pero la mayor parte del tiempo la cabeza se me vuela como un pájaro. Vuela y vuela, cada vez más alto, cada vez más lejos. No es para menos. La vida zumba y se sacude ahí afuera (…). Cada vez lo entiendo mejor".
Cómo el león, Haroldi Conti.

Ella (a quién llamaré provisoria y ficticiamente Luna) sentía que todo a su alrededor giraba muy rápido, tan rápido que el suelo parecía –por instantes- desvanecerse…El acontecer de los hechos, las palabras, los tiempos era vertiginoso…
La ahogaba la impresión de no pertenecer a ese “ahora”…Los espacios se mostraban familiares, pero aparecían como presentados en un film de ciencia ficción, de esos que con mucha antelación presagian lo que está por venir.
No comprendía porqué estaba allí. Sus recuerdos -imágenes y hasta  olores que percibía- provenían de antaño. ¿Algo o alguien la había transportado, durante un sueño por ejemplo, de su hoy hacia un mañana? Esa era la pregunta cotidiana, incesante, que por supuesto continuaba irresuelta…Pero que la desvelaba, la inquietaba y, al mismo tiempo, la incentivaba. 
Sus días parecían, por momentos, una intensa y desesperada carrera hacia una meta poco clara. En cambio, en otros lapsos se asemejaban a calmos remansos de esos que habitan aguas cálidas.
En el trato cotidiano con sus “contemporáneos”, y lo expreso de esta forma por lo que antes mencionaba: “ella no era de ese tiempo ni de ese lugar”, se extendían abismos amplios y profundos. Los códigos se compartían parcialmente; siempre se sucedían y giraban, y giraban, incansablemente ideas absolutamente fluctuantes. Esto la angustiaba; parecían incomprensibles, o lo que es peor aún, semejaban pasar por desapercibidas –para la mayoría- aquellas mutaciones en los pensamientos.
Cuando se producían coincidencias, esas a las que Luna llamaba “acciones mágicas”, un oasis invadía su ser: sus ojos, su razón, su corazón…parían, derramaban gozo. No eran pocos, pero tampoco eran suficientes. Aún así, ella no se desprendía de aquella imperiosa necesidad de concretar el hallazgo. Algo en su interior le indicaba, a veces claramente a veces a ciegas, cuál era el camino.
Entonces, experimentaba a diario -a través de observaciones, conversaciones, miradas, abrazos, posturas, muecas de todo tipo-,  interacciones que en algún punto, según sus propias percepciones, le brindaban alguna que otra pista que podía llegar a conducirla a la revelación de las incógnitas.
Los años pasan, los días se escurren en el devenir de las horas, y los minutos, los minutos huyen…Ella sigue allí, atemporal…Añorando un ayer que no sabe con seguridad si vivió –pero que anhela-, y transcurriendo un presente que la sorprende, la alegra, la enorgullece, la desafía constantemente…Pero que también, de vez en cuando, la decepciona, la lastima, la desesperanza…aunque nunca deja de interpelarla…
En ese mundo de tiempos y lugares desfasados, en el que algunos –como Luna- sienten no pertenecer al hoy, el único elixir que sostiene a la vida es la búsqueda de un futuro. Un futuro que, sobre la base de revisiones minuciosas y permanentes por un lado, y de pasiones y deseos irrefrenables por otro, se va edificando.


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