Acalambrados, incómodos
se arrastran, como pueden,
el sentir y el pensar
en este charco de barro.
El cinismo del silencio,
lastima, pero gusta.
La mediocridad de las palabras
disfraza de edén al infierno.
Ahí, nosotros.
Jugando a que creemos
las mentiras,
a regalarnos
la plenitud del momento,
a lamernos las culpas.
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