Una vena se abre paso
en la fibrosa espesura de la montaña.
Atraviesa sus entrañas.
Saben bien, los dioses quechua,
que es el único
capaz de hacer frente a la inmensidad,
de resistir las inclemencias.
Grita ferozmente alertando
a cualquier ser que pueda
interponerse a su paso.
Lo protege, a su modo.
Recorre el vientre profundo
de aquella secreta montaña.
No detiene la marcha.
Sólo, si la Pacha lo decide,
accede al descanso obligado.
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